Lisboa es una ciudad de grandes plazas, amplios espacios en donde la historia y las callejuelas desembocan como un río imponente. Una de estas plazas más concurridas es la Plaza del Marqués de Pombal, situada en uno de los extremos de la bulliciosa e intensa en tráfico Avenida da Liberdade.
La plaza lleva el nombre del Marqués de Pombal, político portugués del siglo XVIII y secretario del rey José I. Le tocó vivir y gobernar en una época muy difícil para la ciudad, sacudida terriblemente por el terremoto de 1755. Fue el hombre que se encargó de la reconstrucción de Lisboa y, a pesar de su fama de hombre duro y frío, gracias a él los lisboetas disfrutan de un entorno privilegiado para vivir.
En su recuerdo se erigió, en 1934, el obelisco que destaca en el centro de la plaza. En la cima de la estatua aparece el Marqués de Pombal junto a un león, símbolo del poder. Quizás el único pero que podamos ponerle a esta plaza es el intenso tráfico que circula a su alrededor, que obliga a usar los pasos subterráneo para poder llegar al obelisco.
Rodeando a la plaza se sitúan otra serie de grandes edificios, que hoy en día pertenecen a grandes empresas, entidandes financieras y grandes hoteles de lujo. Desde el obelisco, y hacia el norte, se extiende la amplia llanura verde del Parque Eduardo VII, el parque más grande de Lisboa, y que alberga el jardín botánico de la ciudad.
Para los lisboetas este lugar, que ellos conocen popularmente como Rotunda, por la forma de rotonda que tiene, tiene connotaciones históricas muy importantes, ya que fue allí, el 5 de octubre de 1910, donde se proclamó la república de Portugal. Para los turistas es un lugar de visita imprescindible, y una zona donde hay muchos hoteles, aunque tal vez los de la propia plaza sean un poco caros.
Os recomiendo bajar hasta la Plaza Marqués de Pombal dando un paseo por el parque, a la sombra de la arboleda. Eso sí, la caminata es extensa, ¿eh?, algo así como dos paradas de metro. Para subir a la vuelta, no preocuparos, ya que hay parada de metro en la plaza.